Comentario
En el cuarto año de su reinado el faraón Amenofis IV abandonó Tebas y se estableció en una nueva capital fundada al efecto en el Alto Egipto, cerca de el-Amarna, llamada Akhetatón. El motivo de la salida de Tebas era claro: quería alejarse de los poderosos sacerdotes de Amón e imponer una nueva religión, en la que Atón se convertía en el dios único frente al politeísmo anterior. La nueva religión era, de hecho, una auténtica revolución, pues suponía decantarse a favor del culto al disco solar Atón y abandonar todo el complejo sistema de creencias previo, especialmente el culto a Amón. Con el cambio, el faraón abandonó también su nombre y se hizo llamar Akhenatón, "el esplendor de Atón".
Desconocemos el papel que jugaron en esta decisión, si es que lo hicieron, su esposa Nefertiti y su familia, aunque sí sabemos que la ruptura con la tradición supuso un fuerte enfrentamiento. Privilegios, funciones y riquezas les fueron sustraídas a los sacerdotes del clero de Amón; el nombre de este dios fue eliminado de todas las inscripciones, una decisión que va mucho más allá de lo simbólico, dado el carácter mágico de la escritura; todos los funcionarios civiles y religiosos, así como los miembros de la familia, fueron obligados a incorporar el nombre de Atón al suyo propio.
La decisión del faraón conllevó fuertes tensiones, debiendo el Estado afrontar revueltas y agresiones exteriores, especialmente de Siria-Palestina. La tensión alcanzó a la pareja real, enfrentando a Akhenatón con su esposa Nefertiti.
La muerte del faraón hacia el año 1335 a.C. y la subida al trono, poco después, de Tutankhatón, facilitó una vuelta al viejo dogma religioso. La reforma y sus partidarios se fue debilitando, de tal forma que el joven faraón sólo tuvo que cambiar su nombre por el de Tutankhamón para que todo volviera a su anterior cauce. La capital fundad por Akhenatón fue abandonada tras veinte años de ocupación, aun sin haber sido completada. Las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz objetos interesantes, como el retrato de Nefertiti conservado en el Museo de Berlín, o la cuantiosa correspondencia entre el faraón y algunos territorios de Mesopotamia.